Lo que aprendí escuchando transmisiones de fútbol

Reflexiones luego de escuchar narraciones de fútbol en A. M. desde un país lejano.

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En Colombia, cada vez las transmisiones desde los estadios son menos frecuentes.

El pasado miércoles sufrimos un apagón en el lugar en donde vivo y que duró hasta las 10:30 p.m. Mi residencia está ubicada en la costa este de la Península de Yucatán, cerca de sitios turísticos tan conocidos como Cancún, Playa del Carmen y Tulum.

Al vivir frente al mar, recordé que en mi adolescencia acostumbraba a viajar a Cartagena a escuchar emisoras de A. M. de otros países, especialmente de los Estados Unidos, que en horas de la tarde y noche entraban con gran nitidez junto a emisoras de Cuba, Puerto Rico y República Dominicana.

Recordando esos momentos, y estando a oscuras sin internet ni televisión, decidí sentarme a escuchar radio de A. M. para ver qué encontraba. Y nunca imaginé lo que iba a aprender de este ejercicio.

Por no tener un receptor de pilas, decidí acomodarme en mi auto, no solo por tener un radio que sintoniza A. M. sino también para disfrutar del aire acondicionado. Por esta época, las temperaturas en la región se acercan a los 40 grados centígrados.

Además de algunas pocas emisoras mexicanas, a lo largo del dial encontré varias estaciones cubanas, siendo las más fuertes Radio Rebelde y Radio Reloj. Al final, esto no tiene nada de raro: Cuba está a unos 300 kilómetros de distancia de mi casa.

Lo que sí me llamó la atención fue poder escuchar varias emisoras colombianas que estaban transmitiendo el partido de fútbol entre los equipos Millonarios, de Bogotá, y Junior, de Barranquilla.

Al parecer, las señales que captaba mi radio venían de esta última ciudad, ubicada en la costa Caribe colombiana, a unos 1700 kilómetros de distancia de mi residencia.

Pero, lo más llamativo, fue el razonamiento al que me llevó el escuchar esas transmisiones. De eso hablaré más abajo.

Cómo funciona la propagación de las ondas

Las ondas de radio viajan en línea recta, por lo que naturalmente se esperaría (debido a la curvatura de la tierra) que ninguna estación de radio transmita más allá de 50 o 65 kilómetros. Y ese es exactamente el caso de las transmisiones de TV terrestres. La curvatura de la tierra impide que las transmisiones de televisión terrestres vayan mucho más allá de los 65 kilómetros.

Sin embargo, ciertas estaciones de radio, especialmente las que transmiten en las bandas de onda corta y A. M., pueden viajar mucho más lejos. La onda corta puede dar la vuelta al mundo y las estaciones de onda media o A. M. transmiten cientos de kilómetros por la noche.

Esta transmisión extendida es posible gracias a la ionosfera, una de las capas de la atmósfera. Se llama ionosfera porque cuando los rayos del sol golpean esta capa, muchos de los átomos pierden electrones y se convierten en iones.

Resulta que la ionosfera refleja ciertas frecuencias de ondas de radio. Entonces, las ondas rebotan entre el suelo y la ionosfera y se abren camino alrededor del planeta. Por esta razón es posible escuchar emisoras de otros países, incluso en lugares que uno nunca podría imaginar.

La composición de la ionosfera en la noche es diferente a la del día debido a la presencia o ausencia del sol. Puede captar mejor algunas estaciones de radio durante la noche porque las características de reflexión de la ionosfera son mejores durante la noche.

Por esta razón, es común encontrar gente que tiene por hobby escuchar emisoras de A. M. de todo el mundo. A esta afición se le conoce como diexismo, palabra que proviene del término DX que, en la jerga telegráfica, significa distancia.

Para ello tienen equipos especiales y envían, a las emisoras que escuchan, cartas con reportes de sintonía y algunos regalos pequeños como calcomanías, llaveros, etcétera.

Y no deja de ser sorprendente que lleguen estos reportes desde países tan alejados nuestro continente como Noruega y Finlandia, al norte de Europa, donde la afición continúa teniendo mucha fuerza.

Qué pasa cuando 2 emisoras de A. M. transmiten en la misma frecuencia

A medida que iba escuchando estas emisoras, luchaba contra el efecto del desvanecimiento de la señal. Este fenómeno se produce cuando dos o más señales son emitidas en la misma frecuencia.

Por ejemplo, una de las estaciones que estaba escuchando era Emisoras Atlántico de Barranquilla, que transmite en los 1070 kilohercios. Aunque a veces se escuchaba claro y fuerte, luego de algunos minutos se iba desvaneciendo y entraba otra emisora, de otro país, que estaba en la misma frecuencia.

Y esto es normal. Cuando una señal es un poco más fuerte, abrumará a la otra hasta el punto de que solo se podrá escuchar la primera, pero cuando tienen casi la misma fuerza, su radio pensará que está recibiendo solo una señal.

Recuerde que su radio no sabe cuál estación está recibiendo o de qué dirección provienen las señales. Todo lo que sabe es que siente un cosquilleo de electricidad en su antena e intentará interpretarlo lo mejor que pueda.

De hecho, recuerdo que los radios antiguos, que además de A. M. y F. M. traían bandas de onda corta y larga, tenían un botón que permitía atenuar una de las 2 frecuencias coincidentes para permitir escuchar la otra con mayor claridad.

Lo que escuché

Pero, más allá de revivir la nostalgia de escuchar emisoras lejanas en mi receptor de radio de A. M., tal como lo hacía en los lejanos años 70, me llamaron la atención un par de puntos en lo referente a las transmisiones deportivas en Colombia, especialmente las de fútbol. No sé si estos conceptos apliquen para otros países.

1. No identifican a la emisora

A pesar de que escuché cada una de las 4 transmisiones que logré captar durante varios minutos, no pude saber qué emisoras estaba escuchando. Tuve que publicar videos en Facebook para que mis amigos me ayudaran a identificarlas.

Y me parece extraño por dos razones.

La primera, que parecen no entender que las mediciones de audiencia en Colombia -y en general- se hacen por recordación. Es decir, a la gente le preguntan en la encuesta si recuerda las emisoras que escuchó ayer o el último mes.

Si los locutores no hacen mención de su marca, difícilmente el oyente recordará cuál estación estaba escuchando.

El problema es que, muchas veces, esas transmisiones no son originadas directamente por el personal de la emisora, sino que se vende el espacio a terceros, a quienes no les duele o no les importa si a la estación le va bien o mal. Solo buscan vender su publicidad y lucrarse de ella.

Otras veces, lo que sucede simplemente es que esos ‘combos deportivos’ trabajan como islas dentro de la empresa. En su mayoría se creen estrellas, consideran que escuchan esas emisoras solo para oírlos a ellos, y lo único que les interesa es promover su marca personal.

Y lo peor: muchas veces se consideran ‘intocables’, así que a los gerentes les da miedo hablarles del tema y obligarlos a trabajar en equipo.

La segunda razón por la que me parece extraño que no mencionan la marca de la emisora es porque en las emisoras musicales, generalmente, sucede todo lo contrario.

En Colombia, tal como lo he comentado en artículos anteriores, existe la creencia de que se va a crear una mayor recordación mientras más veces se ‘pisen’ o se ‘marquen’ las canciones con el nombre y el eslogan de la emisora.

Es común escuchar en muchas estaciones que, sobre una sola canción, sobreimpongan grabaciones, pitos, jingles y efectos especiales con el fin, supuestamente, de crear recordación.

Y me parece más extraño aún porque una de las transmisiones que escuché provenía de Emisoras Atlántico de Barranquilla, que pertenece a la Organización Radial Olímpica, cuyas emisoras musicales son las que más abusan de la ‘marcación’ de las canciones.

2. Se olvidan de que el oyente no está viendo el partido

Anteriormente, la gente admiraba y seguía a los narradores deportivos porque tenían esa gran habilidad de contarles a los oyentes lo que estaba sucediendo en el campo de juego.

No solo contaban por dónde se iban desplazando los jugadores, sino que hablaban acerca de las condiciones del terreno, la ubicación del árbitro y los jueces de línea e, incluso, lo que pasaba al otro lado de la cancha cuando el portero contrario hacía algún movimiento extraño o llamativo, o cuando había algún incidente en las tribunas.

El problema llegó con las narraciones basadas en las transmisiones de televisión.

Sí, aunque las señales que capté el miércoles llegaban desde el estadio El Campín de Bogotá, parece que los narradores actuales se han dejado contagiar del fenómeno que afecta a los más reconocidos locutores deportivos del país, que muchas veces ya no van a los estadios, sino que se sientan en cabina y transmiten lo que les muestra la televisión.

Aunque esto hace más cómodas las transmisiones y se evitan costos y complicados manejos técnicos, lo cierto es que los narradores pierden contacto con la realidad. Dejan de sentir lo que pasa en el campo de juego y en las tribunas, y sus transmisiones se vuelven, por llamarlas de alguna manera, ‘antisépticas’.

Sí, porque no es lo mismo emocionarse en la narración con una buena jugada estando en medio del griterío del público, viendo y sintiendo sus reacciones, que estar en un estudio tratando de sacar un ánimo ficticio que cada vez convence menos.

Y el problema es que muchos de esos grandes narradores de radio son los que, muchas veces, son llamados a transmitir también por televisión. Se acostumbran a ello y al transmitir por radio se les olvida que no están en televisión.

Y es que ambas transmisiones son muy diferentes.

Cuando se transmite por televisión, el público está viendo lo que sucede en el terreno. Si hay una jugada, no hace falta que el locutor se la cuente porque el público la está viendo, porque sabe lo que ha pasado, de dónde viene el jugador y para dónde va.

En este caso, el narrador es otro espectador más que solo trata de emocionar manejando sus tonos de voz, sus gritos o silencios.

Además, en la televisión el espectador puede ver claramente en qué parte de la cancha se está desarrollando cada jugada, así que no hace falta que le digan que determinado jugador “se desplaza por el andarivel izquierdo”.

Y debido a eso, se volvió costumbre que los narradores ya no describan lo que pasa en el campo de juego. En su imaginario piensan que el oyente de radio está viendo el partido por televisión y se les olvida ubicar a los jugadores en el terreno.

Por eso las transmisiones de radio se han ido volviendo sosas, sin emociones. La mayor parte del tiempo los locutores se limitan a decir el nombre del jugador que lleva la pelota. Y eso se vuelve muy aburrido. O tienen que recurrir a humoristas para que ‘adornen’ las transmisiones con sus apuntes jocosos.

Ojalá muy pronto caigan en cuenta del daño que le están haciendo a la radio estos narradores que se han dejado contagiar por la televisión. Si esto sigue así, la audiencia de radio seguirá bajando y, quienes más sentirán ese bajón son las emisoras de A. M. que, hoy en día, luchan por sobrevivir con estas transmisiones.

Conclusión

Algo que comenzó la noche del miércoles como una simple opción de entretenimiento me sirvió para reflexionar sobre la forma como estamos haciendo la radio de hoy y el futuro que nos espera si no actuamos de una manera más profesional.

Si usted trabaja en radio, lo invito a no hacerlo de manera pasiva. Siempre habrá aprendizajes que nos ayuden a trabajar de manera más profesional, a dejar de lado el facilismo, a profundizar en las necesidades de la audiencia, en ver cómo complacerlos, cómo emocionarlos con nuestras narraciones y convertirlos en oyentes fieles.

Y para ello no hace falta sentarse junto a la costa o subirse a la montaña más alta para sintonizar emisoras de otras latitudes. Para eso está internet al alcance de todos.

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