¿Existe la democracia en un programa de radio o pódcast?

Aunque hacen parte de un mismo equipo, no todos los integrantes de un programa deben tener la misma exposición al aire.

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Cada integrante debe tener un papel claro dentro del programa o pódcast.

Según el Diccionario de la lengua española, una de las definiciones de la palabra democracia es: “Participación de todos los miembros de un grupo o de una asociación en la toma de decisiones”.

¿Aplica esta definición para la realización de un pódcast o un programa de radio? Puede que sí, puede que no.

Me explico: es probable que en el momento en que una estación de radio decide poner al aire un programa es porque sus directivas han sentido la necesidad de hacerlo. Claro, porque un programa no debe transmitirse por un simple capricho del director o del gerente sino que debe tener una justificación, debe colmar una necesidad.

En ese sentido, es muy posible que las directivas de la emisora reúnan al talento para tratar de definir, luego de exponer las metas que se quieren alcanzar con ese programa, las ideas y conceptos que permitan sacarlo adelante de manera exitosa.

Hasta aquí es clave la participación de todos los involucrados, quienes deberían poder exponer todas sus ideas sin temor a ser objeto de burlas, críticas o descalificaciones. Todas las ideas son bienvenidas y, al final de la discusión, probablemente se definirá todo el concepto del programa.

Una verdadera democracia.

Pero luego viene la puesta al aire del programa y es cuando la situación cambia radicalmente. Aquí es cuando cada integrante del programa tiene que asumir su rol dentro de esa “sociedad”.

Aunque muchos soñarían con tener la misma importancia, el mismo tiempo de exposición, el mismo protagonismo al aire que el conductor del programa, realmente cada integrante debe cumplir con una función específica, un rol, un papel que ayude a mostrar diversidad de opiniones, puntos de vista y personalidades.

No todos tienen que ser chistosos. No todos tienen que saber de deportes. No todos tienen que ser feministas. No todos tienen que ser apolíticos.

Y tiene que haber una cabeza, un director, un conductor que actúe como una especie de ‘Pibe’ Valderrama, ese futbolista colombiano que se distinguía no solo por su enmarañada melena sino por organizar, desde el medio campo, a todo su equipo.

Carlos «El Pibe» Valderrama
(Foto: Facebook)

Raramente se le veía tratando de meter un gol. Él sabía que ese no era su papel. Para eso había otros jugadores con más habilidades. Pero sí era el eje sobre el cual giraba su selección. Él sabía a quién hacerle un pase en el momento justo y con la precisión necesaria.

Alejandro Marín, director de programación de la emisora La X de Bogotá, cuenta que cuando comenzó a trabajar en esa emisora su jefe, Carlos Arturo Tobón, le dijo: «A ver, Marín: esto acá es más una especie de dictadura blanda que una democracia… Pero nos vamos a divertir, te lo prometo«.

Una ‘dictadura blanda’. Buen término.

Pero volviendo al ejemplo del fútbol, cada jugador de un buen equipo sabe exactamente lo que debe hacer, en qué parte del terreno debe jugar. Un defensor sabe que su papel no es meter goles, y el delantero entiende que no tiene que estar junto a su arquero para tratar de evitar que les metan un gol.

Eso no quiere decir que, ocasionalmente, un jugador que no sea delantero no pueda meter un gol. De hecho –y siguiendo con el ejemplo de esa vieja Selección Colombia- René Higuita, portero de ese equipo, marcó 43 goles en toda su carrera profesional, 3 de ellos con la Selección.

En un programa de radio y en un pódcast debe ser igual. Es lo que en la radio estadounidense se conoce como Balance de micrófono.

Balance de micrófono

Si la radio es una democracia, ¿todos los participantes deberían tener el mismo tiempo al aire? ¿Quién debería hablar más? ¿Quién debería hablar menos? ¿El micrófono de quién debería estar apagado la mayor parte del tiempo?

Ese balance del micrófono es un tema que muchas veces se subestima cuando se lanza un programa o cuando se trata de revivir alguno que no venía funcionando bien.

Yo creo que todos estamos de acuerdo en que un buen programa de radio o un buen pódcast debe contar con un elenco que sepa manejar acertadamente la interacción, la química y el conflicto, tal como sucede con las grandes series de televisión o de Netflix.

Pensemos en el “El Chavo del 8”. El nombre se refiere claramente a su protagonista, pero Chespirito –Roberto Gómez Bolaños- fue muy inteligente al compartir su éxito con estrellas talentosas que interpretaron personajes como Quico, La Chilindrina, Don Ramón, Doña Florinda, el Profesor Jirafales, Ñoño y tantos otros.

«El Chavo del 8»
(Cortesía: Elmundo.es)

Supongo que estamos de acuerdo en que si El Chavo hubiera aparecido el 90% del programa sin darles participación a los demás, el éxito no habría sido igual.

¿Qué pasaría si en un capítulo Doña Florinda no le dice a su hijo Quico que “no se junte con esa chusma”? ¿Si el Señor Barriga no recibe un golpe “sin querer, queriendo” de El Chavo? ¿Si La Chilindrina” no dice “Fíjate, fíjate, fíjate”?

¿O qué tan atractivo sería “El Chavo del 8” si el 90% del programa se centrara en un personaje secundario como Jaimito El Cartero, en La Popis o en Godínez?

Un programa funcionará mucho mejor cuando el elenco trabaja en equipo, definiendo y respetando el tiempo que cada integrante necesite para el desarrollo de su personaje. Cuando haya un buen balance de micrófono.

Lo que pasa es que no siempre se tiene cuidado en la selección de los integrantes del equipo, y esto pasa, probablemente, porque no se tiene claro cuál es el objeto del programa, qué es lo que se pretende comunicar.

Hay cuatro puntos problemáticos muy comunes cuando no se maneja bien ese balance del micrófono:

  • Un conductor de programa demasiado dominante, que quiere apoderarse del micrófono más del 60 o el 70% del tiempo.
  • Participantes silenciosos o que casi nunca hablan, que nunca aportan nada interesante, que solo se dedican a decir interjecciones breves o que simplemente reafirman con una o dos palabras lo que dicen los demás.
  • Personajes secundarios débiles, de relleno, que muchas veces son invitados a participar porque son amigos de algún jefe o simplemente porque es locutor de la emisora y lo más ‘democrático’ sería no dejarlo por fuera.
  • Cuando en la búsqueda de esa ‘democracia’ se les da demasiado tiempo al aire a practicantes, productores o invitados que les quitan tiempo a las estrellas del programa.

Afortunadamente, esos problemas pueden tener algunas soluciones efectivas. Jeff McHugh es un consultor estadounidense que ha participado en varios Morning Shows, como talento y como consultor. Es experto en mercadeo e investigación de mercados y nos ofrece los siguientes consejos en su blog:

1. Aprenda a soltar.

‘El Pibe’ Valderrama nunca se quedaba con la pelota. Siempre estaba triangulando, haciendo pases. Parecía que el balón le molestaba. Tan pronto lo recibía lo pasaba a alguien más con el fin de buscar el gol o armar un ataque. Un buen conductor sabe que hay que ‘pasar la bola’ a otros jugadores para evitar el monólogo y agregar energía.

Considere la posibilidad de delegar en otros integrantes todo lo que tiene que ver con dar la hora, el estado del tiempo o de las vías, explicaciones de concursos, nombre de la emisora, del programa y su eslogan, promociones y eventos, etcétera. Además, delegue en otros la presentación de los boletines informativos, los deportes y las noticias de entretenimiento.

2. Planifique el programa con su equipo.

Involucre a todos los integrantes del programa en su preparación. Cuando a alguien se le da la oportunidad de escoger el contenido que va a presentar, es probable que participe con más pasión. Defina el orden de paso ante el micrófono (quién habla primero, segundo, último, etc.) antes de iniciar cada segmento.

3. Aprenda a cerrar algunos micrófonos.

Cuando todos hablan las conversaciones se pueden volver difíciles de manejar para el conductor y difíciles de entender para el oyente. Además, es probable que algunos de los que hablan no sean tan entretenidos como las estrellas principales.

Deje de lado la ‘democracia’. El hecho de que un personaje secundario tenga la oportunidad de hacer parte del elenco no quiere decir que pueda hablar lo mismo que los demás.

4. Lidere con el ejemplo.

Respete a su equipo. Si el programa comienza a las 6:00, llegue antes que los demás. Tenga todo en orden antes de empezar. Póngase los audífonos a las 5:59 o antes. Si la luz de ‘Al Aire’ se enciende y usted está fuera de la cabina preparando un café o conversando con alguien, los demás no sabrán qué hacer. La química del programa se verá afectada y, lo peor: creerán que pueden hacer lo mismo.

5. Lo dicho, dicho está.

Muchas veces, un conductor demasiado dominante repite lo que otros ya dijeron para robarse el protagonismo. Otras veces pierden el hilo o se van por la tangente. El tiempo en radio cada vez es más valioso. Hay demasiadas opciones de entretenimiento. Elimine el exceso de palabrería y vaya en línea recta para crear un espacio en el que los demás compañeros puedan interactuar.

6. Escuche.

En la radio hay un término que se conoce como ‘la regla del medio segundo’: haga una pausa antes de responder para evitar hablar encima y minimizar las interrupciones. Tenga en cuenta que los hombres interrumpimos a las mujeres con más frecuencia y que el público femenino definitivamente se da cuenta de cuándo sucede (y no de una buena manera).

7. No cambie el programa para los invitados.

Haga que todos sus compañeros de mesa interactúen durante las entrevistas, y convierta a los invitados en una parte que contribuya a su programa en lugar de entregarles el programa.

Conclusión

Si bien es importante que todos los integrantes del equipo del equipo tengan voz acerca del programa y que puedan desarrollar sus propios contenidos, algunas veces hay que ejercer cierta tiranía para mantener el programa sobre el camino correcto.

Un buen director o conductor sabe cuándo hablar y por cuánto tiempo, pero también sabe en qué momento darles participación a los demás compañeros de mesa. Y lo mejor: sabe para qué es bueno cada uno de ellos.

Su papel, además de darle sentido a lo que se está transmitiendo al aire, es hacer brillar a cada integrante, reconocer al aire su trabajo y motivar al oyente a que lo reconozca y le dé valor a su participación.

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