Vidas en la radio: Antonio Esquinca

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Lo mismo con los dioses que con los hombres, las ovejas permanecen dentro de su corral, aunque muchas veces hayan visto la manera de salir” Genesis, Firth of Fifth

La palabra ángel deriva del latín angelus, y significa mensajero de Dios, aunque la raíz más antigua pudiera venir del antiguo persa, de una palabra que se usaba para designar el correo a caballo, es decir, quien portaba mensajes a lomo de caballo. En la tradición, los ángeles, más que hacedores de milagros, son portadores de noticias. Son, por decirlo de algún modo, servidores de la palabra. Lo que en el caso de Antonio Esquinca —locutor, productor, conferencista y escritor profundamente interesado en la espiritualidad y en los ángeles— parece un acto de justicia poética. No sólo porque su primer trabajo fue de mensajero, sino porque a través de las ondas electromagnéticas moduladas —la radio— y, en menor medida, la palabra escrita —sus libros y sus columnas— , hoy su principal interés es despertar la conciencia y remover el polvo del alma de quienes oyen sus mensajes de optimismo. Sabe que algunos 10 detestan y que otros son fieles seguidores. Ha estudiado desde Comunicación hasta Filosofía zen y Psicología de Masas en Texas. Pero sobre todo, ha sido leal a sí mismo,

«Al principio de mi carrera, estuve trabajando sin cobrar durante varios meses. Cuando por fin hubo una plaza para mí, mi primer trabajo fue de mensajero’  explica recordando sus accidentados inicios en la radio. «Me dijeron: X Hay una plaza, te voy a meter de mensajero’, y me aventé. Después fui operador; por supuesto con el peor turno: de las doce de la noche a las seis de la mañana. En ese entonces estaba todavía yendo a la universidad porque debía unas materias. Iba a recursar unas, a presentar otras, y ni modo: trabajaba en la madrugada, y muchas veces me quedaba a hacer la producción de las estaciones. Pero», explica con cierta frustración, «no salía al aire; Y yo lo que más quería era estar al aire». Es decir, ser mensajero, pero ya no de los que llevan memorándums de una oficina a otra.

Antonio nació en la Ciudad de México. Sus padres eran ambos maestros normalistas, que por necesidad tenían que trabajar doble turno, y casi no podían estar con su hijo. «No fue una niñez fácil, siempre crecí solo», recuerda. «Mis hermanos son mayores que yo. Cuando nací, mi hermana mayor, Delina, ya tenía veinte años. Fui un niño que creció rodeado de gente grande; mis sobrinos vinieron a ser como mis hermanos. Mis abuelos me cuidaban, que también eran maestros normalistas. Nunca me gustaba estar en la calle, me gustaba estar en mi casa; casi siempre jugaba solo». Nazaret Estrada escribió en 2012 que el mejor recuerdo infantil de Toño era ver llegar a su abuelo a casa «porque siempre lo sorprendía haciendo volar su imaginación: —Hay un elefante blanco amarrado a la defensa del auto esperándote. —Y yo salía corriendo a buscarlo con la ilusión de encontrarlo— . Te tardaste en salir —decía el viejo mientras, sin embargo, también sus hermanos se hicieron cargo de él. Su hermana Delina, inquieta y espiritual, tendría una influencia determinante. «Delina ya murió, pero ella fue quien hizo toda mi formación. Estuvo muy al pendiente de m?’. A los nueve años sus mejores amigos eran el padre Cano, el párroco de la iglesia de su colonia, y una señora de edad avanzada con la que platicaba sobre los milagros de Jesús. Además, el niño prefería guardar sus domingos para dárselos a la viejita que impartía el catecismo? Estudió la primaria y secundaria en una escuela de gobierno en la Ciudad de México. «Así fue siempre la educación de mis padres. Ellos creían mucho en el sistema educativo, pues eran normalistas; luego estudié en la Prepa 6 N Antonio Caso » ‘. Luego trabajó en una tienda de discos; ya para entonces había descubierto su pasión por las bandas de rock, especialmente Genesis. Con frecuencia, el muchacho de la imaginación activa se imaginaba que entrevistaba a su líder, Phil Collins.

La muchedumbre

Alrededor de este tiempo tuvo su primer acercamiento con la radio, precisamente en el IMER, el Instituto Mexicano de la Radio, el organismo federal con el mayor número de emisoras en México, que fue creado en 1983 para apoyar la difusión del servicio público. «Era más o menos 1987. Un amigo tenía un programa en una estación que se llamaba Estéro Joven, que después cambió a Orbita. Era los fines de semana y me invitaba a ayudarle. Pero a él le empezaron a ofrecer trabajo en WFM, cuando estaban Mañín Hernández y Alejandro González Iñárritu y me cedió su espacio. Era una hora a las ocho de la noche, y los viernes y los sábados a las diez. Aquel trabajo fue algo que me ilusionó mucho. Me duró poco el gusto, apenas dos meses, porque yo era menor de edad (y no tenía) una licencia de locutor. Fueron ocho o nueve programas que hice con todo el gusto del mundo. Cuando terminó aquello, anhelé con toda el alma con todo mi corazón, regresar algún día al aire».

Al terminar la prepa siguió la UNAM, en 1992, donde inició la  de Ciencias Políticas, debido a que la que él quería, Ciencias de la Comunicación, estaba muy saturada. Finalmente accedió a ella después de cuatro semestres de cursar materias del tronco común. En 1995 terminó la universidad y empezó a trabajar en el IMER primero contestando teléfonos y después como productor, incursionando en la radio con órbita 105.7, uno de los primeros programas comercializados por el organismo público. Según comentó en 2012, recuerda que poco antes de terminar en la UNAM me ocurrió grabar un demo para un programa de rock progresivo, que es (…) la música que me despertó a este arte. No tenía muchas posibilidades, pues no conocía a nadie del medio de la radio o de los medios de comunicación, pero pensé: Si no lo intento nunca voy a saber si funciona o no. Así que me planté en la puerta de las oficinas de un directivo. Le pedí que escuchara mi demo, y para mi fortuna tenía tiempo, (pero) me puso una condición: conseguir un patrocinador».

«Me dijeron: Tienes un mes para vender el programa, si no te lo compran pues … i adiós ! ‘. Me dieron los martes a las once de la noche. Era casi imposible de vender, pero fui a tocar puertas de grupos y marcas muy reconocidas. Fui a las tabacaleras, a las refresqueras. Iba personalmente y les decía: SMira, tengo este programa, este proyecto, y les va a gustar’. Finalmente Mix-up decidió compararme, aunque puso de condición que fuera el viernes a las ocho de la noche. En aquel entonces tenía un programa de estrenos, todo lo nuevo de Mix-up cada semana. Yo era muy feliz porque me pagaban bien y aparte me regalaban todos los discos que usaba para el programa. No había Internet, así que tenía que investigar en revistas. En Orbita duré como siete meses con el patrocinio hasta que decidí irme al grupo ACIR, donde terminé de operador. Y yo Io que quería era estar al aire. No me contrataron porque no había plazas y estuve yendo sin cobrar».

De 1996 hasta finales de 2009 tuvo una larga y fructífera colaboración en el Grupo Radio ACIR, particularmente a partir de la creación del programa Toño Esquinca y la muchedumbre en Mix 106.5. A partir de 1997 también ingresó a la producción de óxido 1180 y otras emisoras. «Al principio me dieron un horario a las nueve de la noche, una hora antes de la Hora Nacional los domingos. Empecé a tener mucho jale y me pasaron a la tarde. Entre semana me pasaron de 6 a 8 de la noche. Yo era productor también; hacía la imagen de Mix, de digital y de Amor. Me la vivía en grupo ACIR; todos los días salía a las once de la noche». El programa Toño Esquinca y la muchedumbre fue llamado «uno de los programas consentidos de la juventud»;4 se distinguió por el tratamiento de diversos temas, por convertirse en un «divisor de opiniones», pero sobre todo por la creación de lo que él mismo llamaba un «efecto positivo» —que más adelante replicó en su propia página de Internet—, creando una base de seguidores muy leales que, debido a su carisma, lo siguieron a la segunda etapa de su show cuando reinició, años más tarde, en otra estación.

«Sin ti la vida sería incompleta»

No conforme con el alcance de su emisión, Toño continuó sus estudios, su búsqueda espiritual y sus ganas de poder llegar más efectivamente a un público no sólo ávido de diversión y entretenimiento, sino de un mensaje más trascendente, capaz de cambiar vidas. Así, en 2007 el locutor del carisma se convirtió en autor, al publicar un primer libro titulado Transforma tu realidad. «Sé que no soy ningún intelectual, mucho menos un especialista», explicaba en la introducción del libro, que a los pocos meses había vendido más de 35 mil ejemplares. «Tampoco he ganado premios por algún descubrimiento. 

Soy alguien que todavía tiene muchas cosas que corregir, mucho que dejar ir, mucho que cambiar y sobre todo, mucho que descubrir». El volumen de 80 páginas, en donde agradece por sus enseñanzas a personajes que iban desde Jesucristo, Deepak Chopra, hasta sus hermanos e incluso Phil Collins, se convirtió en un éxito editorial. Con un lenguaje sencillo e introspectivo, repasaba temas como el amor, las consecuencias de los actos, la importancia del perdón —invitando a ver a la persona que daña como a un niño que necesita amor— , y desde luego, su interés por los ángeles.

«Transforma tu realidad fue una especie de ensayo», dice hoy en retrospectiva.

El libro nació porque «se me acercó una persona que nunca había editado un libro; era de una editorial de revistas, y me dijo: No, oye, quiero hacer un libro contigo, ¿te interesa? y le dije: X Pues órale». Y me dijo: x Bueno, ¿en cuánto tiempo me lo podrías entregar? ‘, y le pedí dos fines de semana. En ese tiempo escribí Transforma tu realidad. (Con ese libro) quería enseñarle a la gente lo que había aprendido, compartirle todo aquello en lo que yo creía». Dos años después, en 2009, apareció un segundo título llamado Plan de vuelo, que coincidió con su salida de ACIR hacia otra organización. «Desafortunadamente al segundo título no le fue tan bien como al primero, porque fue cuando renuncié al grupo ACIR y se perdió completamente. Salió justamente el mismo mes y ya no le pude dar continuidad». Con todo, la contrapartida sería justamente la satisfacción de iniciar una nueva etapa en 2010, cuando hizo su transición a Grupo Radio Centro como locutor y director de la estación Alpha 91.3, donde su programa de La Muchedumbre sobrevivió con nuevos bríos y un horario más extenso. Además asumió la gerencia de la emisora y logró aumentar la aceptación de la estación, pasando del lugar número 13 a los dos primeros, de acuerdo al propio Esquinca. Paralelamente, en 2011 comenzó a escribir en Publimetro su columna En la esquinca de dos calles.

El mensajero

Antonio Esquinca, un creyente en el más amplio sentido de la palabra, ha querido llegar a la gente como más que sólo un locutor y trabajador de la radio; incluso, reconoce que la labor tras el micrófono puede ser una especie de apostolado, es decir, ser como un enviado para desplegar confianza y esperanza. Está convencido de que dentro de algunas décadas, cuando posiblemente ya no se encuentre en la radio, seguirá dedicándose a algo relacionado con Dios. «Mi vida está basada en eso, en la búsqueda de Dios; cómo puedo ser mejor y cómo puedo hacer mejor a las personas. Mi búsqueda de Dios es hacia dentro. Mi maestra más grande fue mi hermana que, como ya he dicho, vivió en la India muy joven. Yo tenía siete cuando se fue de casa. Ella me inculcó la espiritualidad. Me enseñó muchísimo. Nací como católico. Cuando estaba saliendo de la secundaria me fui a una agrupación cristiana. Luego me enamoré de una judía y ya me iba a casar con ella; me metí al judaísmo y empecé a estudiar la Torá. Cuando la dejé plantada casi me querían matar, porque había ido a estudiar como un año y medio, pero me sirvió muchísimo».

«En 1999 murió mi hermana. Entonces empecé a seguir cosas que ella me había pedido y no había querido hacer, con cierto sentimiento de culpa; me puse a estudiar todo lo que me había enseñado. Tomé muchos talleres, cursos, diplomados, retiros. Fue una búsqueda personal. Empecé a llevar estas inquietudes a la radio más o menos en 1997. En ese entonces tocaba rock, vi que le gustaba a los chavos y me dije que ése iba a ser mi camino. Luego comencé a dar charlas y después vinieron los libros. No creo en las religiones», comenta casi veinte años después de su primera publicación. «Creo en un Dios, creo en mis ángeles, pero creo en un dios que es universal y es Para todos, no de una sola religión. Puedes ir cincuenta veces a la iglesia, a un templo cristiano, a cargarte de energía a las pirámides, pero si no tienes valores, nada va a funcionar. Hoy me siento más comprometido con esa parte espiritual. Mucho tiempo estuve buscando afuera, en con•ientes, escuelas. Ahora mi búsqueda es hacia dentro Ahora quiero pensar en tener paz. Esto se va a acabar en algún momento, pero lo que yo no quiero que se acabe es mi creencia ni me compromiso a lo que me voy a dedicar en un futuro; tiene que ser algo relacionado con Dios y el servicio».

Reconociendo esta orientación a la sociedad, en el año 2013 Esquinca fue incluido en la lista de los 300 líderes más influyentes en la edición anual de la revista Líderes Mexicanos, compartiendo un lugar, dentro de su categoría, con otros comunicadores como Javier Alarcón, Carmen Aristegui, Patricia Chapoy y Jacobo Zabludovsky. «Ser locutor, hablarle a miles de personas, es una responsabilidad muy grande», reconoce. «Ha habido muchas cosas que mis ángeles me han enseñado y que quiero compartir. El mensaje que quiero darle a la gente a final de cuentas es propositivo; de construcción, no de destrucción. Como dice Genesis, una de mis bandas favoritas: Lo mismo con los hombres que con los dioses, las ovejas permanecen dentro de su corral, aunque muchas veces hayan visto la manera de salir. Ya hay muchos mensajes negativos por todos lados, de destrucción a más no poder. Yo creo que el mensaje debe ser de unión, de consciencia», dice.

Por ello, quizá su momento más representativo haya sido cuando logró no sólo decir, sino hacer. Específicamente, el día en que un día, al aire, una joven le habló para pedirle una canción triste y decirle que enseguida se iba a suicidar. «N NO, espérate’, le dije al aire, ¿que estás haciendo? No lo vayas a hacer, por favor’. Un familiar la oyó y con•iÓ a su casa. Yo no me fui a comercial ni puse música mientras hablaba con ella. La convencí, le dije que la vida era un lienzo en blanco donde cada quien ponía los colores que uno quería; que le agradecia mucho que me hubiera llamado para pedirme una última canción, que fuera ése su último deseo, pero que le agradecería más si no lo hiciera. Unos cuatro años después me vino a visitar a la estación; se había casado, me presentó su hijito. Fue algo que quedó muy grabado en la memoria de muchas personas que lo oyeron».

Coda

Los ángeles, por sí mismos, no pueden hacer milagros, escribe Tomás de Aquino en su monumental Suma Teológica, un infatigable pensador que, como Esquinca, vivió fascinado por la naturaleza y la acción de los ángeles. «Los ángeles», escribió el santo, «sólo pueden servir como instrumentos. Pueden hacer cosas maravillosas». Así, que’ ¿quién sabe? Si lo que dice el Doctor Angélico es cierto, que ni el lugar ni el tiempo tienen influencia alguna sobre el habla de los ángeles —ya sea los que entregan mensajes a caballo, entre las nubes o por medio de la radio— entonces hay locutores que también actúan como ellos. Y estos, invariablemente, crean un efecto positivo.

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