LA VENTANA CIEGA Los malos dichos de los locutores

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Desde el muy justificado cierre del programa Sentido Contrario de Marcelino Perelló se ha suscitado una cadena de expresiones de parte de radioescuchas y de los analistas de medios que dan cuenta de los más de un comunicadores que han faltado el respeto en todo sentido a los radioescuchas con sus dichos, o mejor dicho: con sus malos dichos.

Graciela Ramírez, decana en los medios de análisis de radio y televisión, y responsable de la serie El Fin Justifica a los Medios en Radio Educación, expresó el 18 de abril en redes sociales su alerta respecto a cómo Alfredo Palacios, titular de Salud y Belleza en Radio Fórmula, dio respuesta al cuestionamiento de un radioescucha que alertaba sobre una joven mujer violentada en su casa; la respuesta del peinador-conductor fue que no se metiera, que tal vez a la joven mujer le gustaba el maltrato. Graciela, atinadamente, señaló la falta del comunicador de proveer al radioescucha de información de apoyo, números de servicio ante emergencias o en caso de violencia intrafamiliar.

Particularmente como periodista, y dando seguimiento a las muchas peticiones de mis seguidores, radioescuchas y lectores al respecto, he comenzado una investigación respecto a cuáles serían, de acuerdo con la ley vigente de medios (2014), las responsabilidades y tareas que debieran generar las autoridades ante los equívocos de quien habla para cientos o miles de personas a la vez:

Acudí a Televisión Educativa al Centro Capacitación de Televisión que coordina la maestra Emma Ortiz Soriano en la Secretaría de Educación Pública, y allí la pedagoga Maribel Mérida me habló respecto a que legalmente ha quedado derogada la expedición de certificación para locutores desde el 8 de febrero de 2015; sin embargo, esta Unidad de Capacitación en Televisión ha seguido realizando cursos gratuitos, ahora como diplomado, y lo único que han podido extender a sus egresados es un diploma que por supuesto no revalida en absoluto la certificación en locución que se otorgaba por la Secretaría de Educación Pública, de acuerdo a los artículos 84 a 86 de la Ley Federal de Radio y Televisión que data de 1960.

Me explicó la pedagoga Maribel Mérida que esta falta de regulación ha generado que si antes se había vuelto difícil regular las acciones de comunicadores o “decidores” no debidamente capacitados para sustentar dichos ante audiencias masivas, ahora además se había acabado con los filtros para capacitar o solicitar a las emisoras de radio las debidas medidas de responsabilidad ante el mal manejo de contenidos entre sus emisores.

Es muy triste que mucho hemos mencionado, marcado y señalado en veinte años de publicaciones de La Ventana Ciega las faltas graves de desorientación, sobre adjetivación y peor aún, expresión de dichos discriminatorios y que favorecen el desorden o la desadecuación social de “comunicadores” que como Alfredo Palacios aportan a sus radioescuchas opiniones que no están sustentadas en herramientas de servicio, soluciones o medidas y datos que permitan a los radioescuchas, más allá de las palabras y expresiones altisonantes, la resolución de sus dudas.

Es de primera urgencia que las emisoras de radio, los concesionarios comerciales, comunitarios, educativos o de orden público hagan válida la obligatoriedad que tienen de contar con un servicio de mediación para las audiencias, que cuenten con un ombudsman, o por lo menos,con un honesto consejo de un consejo editorial que no debe censurar a nadie, mas sí debe solicitar al comunicador cuestionado esclarecimiento en los dichos que afecten directamente al buen sentido editorial de la emisora en su conjunto.

Miren, lo voy a decir más claro: el error no es que Alfredo Palacios dé consejos en familia, ni que Marcelino Perelló hable de los casos de pederastia o violación, el error es que no contemos con las herramientas legales, sociales y de mediación de audiencias que nos permitan fincar responsabilidades y ejercer consecuencias a quien claramente afecta el intelecto, la vida social y los valores familiares. O sea, no es poner un Consejo de la Comunicación o una asociación a favor de lo mejor como paliativo para calmar a los oyentes, sino generar un verdadero órgano ciudadano que como observador de medios exija la profesionalización del locutor y conductor, y que verifique que las emisoras de radio no se laven las manos con sus cintillos auditivos “arregla-todo”, que versan así: “El contenido del siguiente programa es responsabilidad de sus emisores, y no refleja, forzosamente, la mentalidad de esta empresa”… ¡¡¿en serio?!! Para comunicador fallido, tanto como para su emisora aplica decir que: “¡¡¡tanto peca el que mata a la vaca, como la emisora que lo contrata!!!

¡Bueno eso, eso digo yo!

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