¿Nos importa cómo se escucha la música?

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Ya sea a través de audífonos, smartphones, tablets o nuestra computadora, el flujo de música es constante. Si bien estamos acostumbrados a cierta calidad y particularidades de los archivos para su rápida difusión, para los especialistas esta necesidad de compresión ha perjudicado notablemente la calidad del sonido de lo que escuchamos, incluso en la radio.

La masterización y la compresión de los archivos son ejes fundamentales de esta discusión. Por un lado se encuentran los departamentos de ventas o los clientes que piensan que si una pista suena más fuerte tendrá más oportunidades de destacar entre el bombardeo auditivo al que estamos sometidos todos los días.

Por otro parte están los ingenieros de audio que señalan que estos procedimientos afectan radicalmente la calidad de salida del audio y que el daño se potencializa cuando los oyentes utilizan, en su mayoría, aparatos que no están realmente diseñados para reproducir audio en su más alta calidad.

Incluso, argumentan que muchas veces las estaciones y discos que tienen más éxito son aquellos que emulan la masterización de la década de los ochenta, en donde justamente se buscaba un sonido equilibrado que conectara con la audiencia.

¿Cuál sería la labor de los ingenieros de audio, programadores y público? Quizás comenzar a exigir que los audios conserven, en la mayor medida de lo posible, la calidad suficiente para disfrutar de la música plenamente, preservando el valor del producto musical y no sólo enfocarnos en aumentar el volumen en la masterización para, aparentemente, aumentar los índices de ventas.

Yeni Rueda

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